martes, 25 de septiembre de 2007

Siempre se puede empeorar (por muy mal que se este)

Muere lentamente quien se transforma
en esclavo del hábito, repitiendo todos
los días los mismos trayectos, quien no
cambia de marca, no arriesga vestir
un color nuevo y no le habla a quien no conoce.

Muere lentamente quien evita una
pasión, quien prefiere el negro sobre
blanco y los puntos sobre las "íes" a
un remolino de emociones, justamente
las que rescatan el brillo de los ojos,
sonrisas de los bostezos, corazones a
los tropiezos y sentimientos.

Muere lentamente quien no voltea la
mesa cuando está infeliz en el trabajo,
quien no arriesga lo cierto por lo
incierto para ir detrás de un sueño,
quien no se permite por lo menos una
vez en la vida, huir de los consejos
sensatos.

Muere lentamente quien no viaja,
quien no lee, quien no oye música,
quien no encuentra gracia en sí
mismo.

Muere lentamente quien destruye su
amor propio, quien no se deja ayudar.

Muere lentamente, quien pasa los días
quejándose de su mala suerte o de la
lluvia incesante.

Muere lentamente, quien abandona un
proyecto antes de iniciarlo, no
preguntando de un asunto que
desconoce o no respondiendo cuando
le indagan sobre algo que sabe.

Evitemos la muerte en suaves cuotas,
recordando siempre que estar vivo
exige un esfuerzo mucho mayor que el
simple hecho de respirar.

Solamente la ardiente paciencia hará
que conquistemos una espléndida
felicidad.

Pablo Neruda



Por muy mal que vaya algo, siempre es susceptible de empeorar. La frase no se si es del Murphy o si la recuerdo de los curas de mi infancia y adolescencia, lo que desde luego he comprobado es su veracidad.

Ayer sin ir mas lejos, después de un fin de semana de mierda, cuando volver al calor de la oficina y la acogedora normalidad del trabajo, se me jodio entera la semana, el mes, el año……

Todo comenzó cuando recibí la llamada de una amiga invitándome a café. Un café inocente, fruto de su casual estancia por las calles cercanas a mi oficina. No pude resistir la tentación y acepte. MG y yo somos amigos desde el año 89. Se trata de una relación antigua que ha pasado por diversos estadios, desde el de “sexo salvaje” “enamoramiento” “compañeros de actividades” hasta llegar al estado actual, donde intercambiamos información sobre nuestros hijos –desde academias de ingles hasta tiendas de ropa-.

Es verdad, que a pesar de sus 45 años y su embarazo, MG se conserva magníficamente bien y que suele ser un tanto provocativa en su vestimenta –siempre dentro de la moderación propia de una madre de familia con hijo en los jesuitas-. Sin embargo, mis inclinaciones hacia ella no van mas alla de mirarle el culo o decirle alguna procacidad ocasional

Pues bien, cuando salíamos de tomar aquel café y de contarnos algunas cuestiones relativas a nuestros respectivos trabajos, nos marchamos en dirección a mi oficina. Fue en ese momento cuando mi mujer me llamo al móvil:

- donde estas?
- Tomando café
- ……
- Y con quien?
- Con una amiga
- ………
- Con que amiga.
- Con una chica del trabajo (mentí)
- ……….´
- Oye? Me oyes?
- Eres un mentiroso y me la estas pegando con esa P….

A partir de ahí la conversación se agrio hasta cortarse. La había cagado. Otra vez. Mentí y ella estaba allí mismo para comprobarlo.

Porque le mentí? Pues porque me siento culpable. Culpable de mi relación con C, culpable de engañarla y esconderle mis sentimientos. Y eso me lleva a tratar de esconderlo todo.

La siguiente conversación con mi mujer fue en la puerta de su despacho y solo sirvió para empeorar las cosas Yo estaba nervios, me temblaba todo y había perdido la coherencia y no encontraba palabras. Ella por su parte estaba histeria, completamente fuera de si, acusándome de estar fallándome a todo lo que se mueve, revisándome el móvil, exigiéndome no se cuantas cosas…….En fin, un desastre sin igual.

Nos marchamos cada uno por su lado, y yo llame a C. No sabia que hacer, ni con quien hablar y ella es mi único apoyo. Me escucho, me aconsejo calma y me tranquilizo.

El resto del día –y parte de la noche- fue una sucesión de escaramuzas mas o menos agrias entre mi mujer y yo. Ella cada, obsesionada repetía que la he engañado y que no lo soportaba mas. Me pidió que me fuera de casa, y apunto estuve de marcharme. Solo los consejos de C me mantuvieron allí. Por mi parte estaba muy confundido, de un lado me sentía culpable porque soy consciente de que la he engañado –aunque con C- y por otro lado me sentía agredido y agraviado por que me estaba adjudicando unas faltas que yo no había cometido –mi relación con MG es absolutamente inocente-

Después de todo un día de discusiones agotadoras, la partida quedo en tablas: yo sigo en casa, ella me ha perdonado (aun no se bien el que) y vamos a tratar de empujar esto. Como daño colateral esta el hecho de que mi hijo se entero de todo, incluida esa parte en la que su madre me invito, de forma bastante expeditiva, a que me marchara y esa otra en la que yo hice la maleta.

Sin embargo, la herida se ha suturado mal y se ha cerrado en falso. Los dos lo sabemos. Yo estoy profundamente triste y agotado. Ella siente pavor a que yo me vaya, sin embargo sabe que discusiones como esta, por el mismo motivo u otro análogo volverán. También siente mi cansancio y mi falta de pasión.

Para colmo de males he hablado con C. me consta que esta preocupada por mi, que sufre, pero no quiere apretar para que yo rompa la baraja. También le asusta la posibilidad de que alguien irrumpa en su vida, en su casa y en su tiempo como un elefante en una cacharrería. Y encima cuando le pregunto por su novio me contesta: “no es el hombre de mi vida, pero le tengo cariño”.

Supongo que no puedo culparla, por hacerse un hueco en el corazón y acomodarse, al fin y al cabo, mi mujer nunca fue “la mujer de mi vida” pero siempre le he tenido cariño.

Lo malo de elegir una cosa, es que renuncias a las demás y muchas veces, cuando elegimos las pequeñas alegrías, estamos renunciando a la verdadera felicidad.