jueves, 27 de septiembre de 2007

Fue un sueño?

Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera un resplandor que da confianza
entonces dominguea el almanaque
vibran en su rincón las telarañasy los ojos felices y felinos
miran y de mirar nunca se cansan.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
es una vocación para las manos
para los labios es casi un destino
y para el corazón un despilfarro
una mujer desnuda es un enigma
y siempre es una fiesta descifrarlo.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
genera una luz propia y nos enciende
el cielo raso se convierte en cielo
y es una gloria no ser inocente
una mujer querida o vislumbrada
desbarata por una vez la muerte.
Una mujer desnuda y en lo oscuro
tiene una claridad que nos alumbra
de modo que si ocurre un desconsuelo
un apagón o una noche sin luna
es conveniente y hasta imprescindible
tener a mano una mujer desnuda.
Mario Benedetti




La luz inundaba cada rincón de la habitación, humedeciendo con su tono nacarado todos los objetos que la ocupaban. Sobre la cómoda habían situadas dos bandejas con el almuerzo. Jamón, queso, embutidos y un poco de salmón, acompañados de pan negro y una botella de Moët frío.

Mientras ella organizaba los víveres, el trajo dos copas. Las dejo sobre el mueble, la tomó por la cintura y volviéndola hacia él, le beso los labios. Ella respondió a sus besos con ternura, le sujeto la cara entre sus manos y acariciándola le devolvió el beso.

El paseo la lengua por sus labios, mientras ella respondía con la humedad de la suya. Se detuvo en la comisura izquierda de su boca. La rozó primero y la lamió con fruición después. En ese momento su boca se abrió entre suspiros y engulló su lengua, enzarzándose en una lucha incruenta de humedades, texturas y pasión.

Cayeron sobre la cama. Rodaron mientras sus bocas se fundían, afanándose en encontrar el espacio preciso donde dedicarse a generar mas placer, a la vez que encajaban estremecidas los impregnados embates de otra lengua, disfrutando de un momento que deseaban eterno.

Cada beso era un momento mágico, una experiencia mística que asaltaban con extrema concentración: los ojos cerrados y alma dispuesta para alcanzar el nirvana

Se desnudaron atropelladamente, tirando de sus ropas y esparciéndolas alrededor de la cama, mientras rodaban sobre el edredón blanco y sus manos se enlazaban y se soltaban buscando rincones del otro cuerpo para acariciar.

El hombre se aparto un momento del combate, se separo y miro su cuerpo. Estaba morena, el sol había oscurecido su piel con una patina tersa y sedosa que resaltaba la palidez de su pubis. Era bella, bellísima, su pelo negro corto y su mirada profundamente tierna le hacían sentir feliz, muy feliz.

Sus hermosos y rotundos pechos, coronados por unos pezones erizados, le provocaban exigiendo la dedicación de su boca. El se aplicó a la tarea de lamerlos con pasión. Los rozó con la lengua, los chupó, los mordisqueo con ternura y los empapó de saliva, pasando de uno a otro mientras ella respiraba agitadamente, suspiraba y gemía.

Poco a poco fue desplazando su boca hacia abajo. Su lengua recorrió el trecho que separaba su pecho y su pelvis humedeciendo lentamente cada centímetro de su vientre. Se detuvo al llegar al pubis, absolutamente lampiño. Las manos de ella trataron de detenerle asiendo su cabeza, pero él ignoró sus deseos separando sus piernas para dejar al descubierto su delicioso y húmedo sexo.

Hundió la cara entre sus muslos y su boca ansiosa se lanzó a la busca de su sexo. Comenzó a lamer sus labios en busca del clítiroris al mismo tiempo que sus dedos entraban y salían de la inundada cueva de su vagina de forma rítmica y estimulante. Sus suspiros se aceleraban en cada embate y sus jadeos tenían que ahogarse en la almohada para que los vecinos no se percataran de aquel hermoso espectáculo.

Un espectáculo espléndido que cada vez le hacía estar más excitado. Continuo lamiendo, moviendo la lengua arriba y abajo, aumentando el ritmo y la presión. Mientras, ella había abandonado el almohadón y gritaba sin disimulo hasta que alcanzo un clímax que la sacudió de placer y voluptuosidad. Estaba experimentando tantas sensaciones... Luego confesaría que nunca nadie antes le había hecho aquello que con tanto empeño trataba de hacer su lengua.

Sin descanso trepó hasta alcanzar su boca y la volvió a besarla, mientras su pene enhiesto entraba directamente en su vagina. Sintió el calor húmedo y vital de su sexo. Un calor que le llegó hasta lo mas profundo de su ser y que trato de retener con movimientos rítmicos y secos. Elle responda a cada empujón con un nuevo gemido incitando con ello más el ritmo. El no podía resistirlo más, estaba a punto de estallar. Entonces, se retiro de su cuerpo, se dio la vuelta y se tumbo mirando al techo.

La mujer le siguió. Ahora era ella quien lamía su pene hinchado y duro. Su lengua se detenía en cada rincón de su miembro, y luego se lo introducía hasta el fondo, como si quisiera arrancarlo de su cuerpo.

El hombre, consciente de que no podría aguantarlo mucho más tiempo, tiró de ella suavemente, hasta juntar sus bocas y volverse a besar. Entonces ella monto a horcajadas sobre su cuerpo, con un gesto rápido se introdujo el pene de un solo golpe y comenzó a balancearse y a gemir.

Estaba preciosa, subía y bajaba mirándole a los ojos, sus senos se balanceaban al ritmo que ella imponía. El ritmo cada vez se hacía más rápido. Las manos de ambos enlazadas se apretaban con fuerza una contra la otra. Entre gemidos se repetían tequieros hondamente sentidos. Las lágrimas comenzaron a deslizarse por las mejillas del hombre. Era maravilloso. Era mucho mejor de lo que había podido imaginar. Sólo podía ocurrir porque ella la persona adecuada. En ese momento, él estalló con un reguero caliente que la inundo entera y que hizo que ambos se estremecieran.

Ella cayó sobre su pecho abrazándolo y besando sus labios. El la estrechaba con fuerza, como deseando que no se fuera nunca. Los dos lloraban como niños. La luminosa habitación esta ahora en penumbra, fuera había anochecido y la comida seguía sobre la cómoda