jueves, 13 de marzo de 2008

Siempre nos quedara Paris...

Este enclaustramiento forzoso, me ofrece pocas diversiones y muchas añoranzas. Una de los escasos entretenimientos de los que disfruto es poder ver la televisión hasta altas horas de la madrugada, sin molestar ni ser molestado.

Alterno el Güisqui de Malta con alguna infusión de frutas relajante, y combino el DVD con alguno de los canales de la televisión por cable. Con ello consigo entretenerme, relajarme y evitar que este puñetero esguince me duela.

Antes de ayer fue el día cumbre. Volví a ver "Casablanca" por enésima vez, me cargue de nuevo “El Presidente y mis Wade” y finalice la jornada con “Cuando Harry encontró a Sally”. Debe de ser que el esguince o este retiro obligatorio, peor el caso es que debo de estar muy sensible lo que me provoca una cierta incontinencia afectiva. Sin duda el lector ya lo habrá notado por mi post anterior. Sin embargo ha sido tras esta larga sesión de cine cuando ha empezado a preocuparme el tema.

Casablanca es una película que he debido de ver más de cuarenta veces –para desesperación y disgusto de mi mujer-. No obstante, cada vez que llega la escena de la Marsellesa, me emociono y me pongo a llorar como un imbécil. Hasta ahí, todo normal. Parece lógico, que esa escena emocione Tiene los ingredientes necesarios: un grupo de fascistas chulos y déspotas, son acallados por la voz del pueblo que va creciendo en torno al canto de uno de los mas bellos himnos a la libertad, con un aguerrido defensor de la libertad al frente. ¿Quién no se emocionaría en tales circunstancias?

Lo malo es que me volví a descubrir llorando cuando Rick (Bogart) enfundado en su gabardina, cede su salvoconducto a Víctor Laszlo (Paul Henreid), diciéndole a Ilsa (Ingrid Bergman) que ha tenido que pensar por los dos, que ella debe subir al avión y marcharse con Víctor. Que ella pertenece a Víctor, que es parte de su vida y de su obra. Que si deja marchar ese avión sin ir junto a él lo lamentará, tal vez no ahora, pero si mas tarde y seguramente durante el resto de su vida (sic)

Culmina su dialogo con una frase mítica: “Siempre nos quedara Paris”. Y en ese punto me puse a llorar de nuevo. Casi no pude escucharla a ella cuando, con una mirada angelical la contesta: “dije que nunca te dejaría…..”

Después de tantos años y de tantos visionados, casi me sabía el texto de memoria, sin embargo nunca me había dado cuenta del paralelismo que hay entre este diálogo y alguno de los momentos más dolorosos y tristes de mi vida. Quizás por eso me puse a llorar como un niño.

Lo que paso las otras dos películas, fue menor en comparación con el choque de Casablanca. Aunque cuando volví a ver la de “Harry y Sally” también volví a sentirme absolutamente angustiado. Quizá fue el güisqui, o que reproducía nuevamente la misma situación dolorosa de mi vida, o que me sentía abandonado por la gente que quiero. El hecho es que a las 3 de la mañana estaba solo y llorando en mi sofá
Sin embargo, creo que esa pelicula tiene claves que deberia/deberiamos repasar y aprender de ellas. Buenas noches

martes, 11 de marzo de 2008

Roto, completamente roto

Aquí sigo, encerrado. Sin ver la luz del dia. Sin poder salir a la calle. Atrapado por un esguince y encadenado a un par de muletas. Roto, por dentro y por fuera.

Me siento realmente solo, casi abandonado. La gente es muy amable. Se ofrecen “para lo que necesites”, te dicen que “si quieres algo, llámame” y luego resulta que cuando echas mano de ellos, “no tienen el coche”, “tienen una reunión” “¿no puede ser mañana”.

En realidad me da la impresión de que soy una carga que evitar. Hasta por teléfono. Supongo que como no tengo nada que hacer, hablo mucho y resulto bastante coñazo. “bueno, ya hablamos, que ahora tengo que terminar urgente este trabajo” “te dejo que voy a entrar a una reunión” o simplemente “es que estoy con unos amigos tomando un café”……

Que le vamos a hacer, tendré que superar esto solo. Como tantas otras cosas. Solo me jode tener que escuchar luego eso de “habérmelo dicho, hombre”, “creía que me llamarías tu”, “ pero como no me has llamado?”….. Y encima la culpa termina siendo mia.

domingo, 9 de marzo de 2008

El baño

Era una tarde normal. Después de un día de horroroso, la acerque a su casa y subí con ella a tomar una copa, como tantas otras veces. La conversación transcurrió entre el análisis de lo que había ocurrido durante la mañana y algunas anécdotas surgidas en la comida. Sin duda un sinfín de lugares comunes y frases hechas, incluida alguna discusión fruto de nuestras diferentes perspectivas.

A la mitad de la segunda copa y mientras sonaba una bachata de Juan Luis Guerra ella me advirtió que estaba muy cansada, que necesitaba un baño caliente y meterse en la cama. Como si no hubiera recibido el aviso le espeté:
- “si necesitas a alguien para que te enjabone?”
- “No me provoques” respondió ella
- “Te faltan huevos” le desafié
- “ De eso no tengo”
- “Bla, bla, bla” me burle

Por toda respuesta se levanto y recorrió el pasillo hasta el baño. Pensaba que se habia enfadado. Entonces escuche el sonido de un grifo al fondo del pasillo. Estaba desconcertado. No sabia que hacer. En aquel momento apareció ella envuelta en un albornoz y le dijo
- “Ahora voy a relajarme en la bañera, ya te avisaré cuando tengas que enjabonarme. Si quieres puedes esperar en mi habitación. Me escucharas mejor, cuando te llame”

Se dio la vuelta y salio del salón dejándome boquiabierto. No sabia que hacer. Estaba absolutamente desconcertado. En primer lugar me fui a la cocina, abrí la botella de güisqui y me serví una espléndida porción de Malta. Después me fui hacia la habitación. Cruce su vestidor y me quede perplejo.

Había bajado las persianas, tenia todas las velas encendidas y en su tocador, había dejado pulcramente doblado uno de esos plásticos que se usas para proteger los tendederos de ropa, junto con una botella grande de aceite de almendras.

No me lo podía creer.

Desde hace años, suelo usar aceite de almendras como hidratante tras la ducha, sobre todo en verano. Deja la piel suave y brillante, y desde luego tiene un toque absolutamente morboso cuando lo usas entre dos. Ella sabia de mi pasión morbosa por el aceite. Una pasión que en otro tiempo habíamos llegado a compartir

Reaccione con celeridad. Fui a la cocina, busque una cubitera y vacié todo el hielo del congelador. Saque una botella de Moet y dos copas y lo lleve todo hasta la habitación. Volví al salón y busque en mi mochila un antifaz negro que suelo llevar para poder dormir en el sofá del despacho.

Me descalce, me quite la corbata y la chaqueta. Lo dispuse todo ordenadamente. Extendí el plástico sobre la cama y vertí en él una generosa porción de aceite que distribuí con mis manos. Me senté en una silla de la habitación y espere, pacientemente, su llamada.

No tarde mucho en escuchar su voz
- “cuando quieras” me dijo

Pase a su baño y lo encontré en penumbra, solo la pequeña luz de la lamparilla del espejo y un par de velas junto a la bañera.
- “estas lista” le pregunte, con un tono provocador
- “desde luego” contesto con aire desafiante

Me arrodille junto a la bañera, subí las mangas de mi camisa y entonces me dijo:
- “te vas a mojar todo. Quizás seria mejor que te quitaras la ropa?”
- “tienes razón. Que torpe estoy” afirme yo
- “Espero que no” dijo con una sonrisa cómplice.

Comencé a desnudarme. Me quite la camisa y el pantalón. Quede vestido únicamente con un bóxer de Benetton.
- “Ese calzoncillo lo compre yo?” Me dijo
- “Es un regalo, pero no es tuyo. Hace tiempo que no me regalas ropa interior”.

Sus ojos se clavaron en el bóxer, y sus labios se apretaron, formando un mohín divertido, como de niña enfadada. No hice caso. Hoy no tocaba discutir. Debía ser mas cauto con mis afirmaciones, los dos nos necesitábamos, nuestros cuerpos se buscaban desde hacia tiempo, y cualquier provocación estúpida haría que saltaran chispas y todo acabara en una de nuestras frecuentes y virulentas discusiones.

Me arrodille junto a ella, cocí el gel y me llene la mano izquierda. Le pedí permiso y agarre su brazo izquierdo.

Su cabeza responsaba sobre un almohadón de látex tojo en forma de corazón. Tenia los ojos entornados cuando comencé a enjabonarle el brazo. Masajee todo el brazo, desde el hombro hasta la punta de los dedos. Me detuve especialmente en sus dedos y en la palma de su mano. Comprobé como poco a poco su gesto se iba destensando, y su rostro adquiría un aspecto relajado y tranquilo.

Después pase al otro brazo. Repetí la operación, y al terminar volví a llenarme las manos de gel. Entonces comencé a enjabonarle el cuello, pasando lentamente mis manos sobre sus pechos. Sus pezones estaban enhiestos y duros. Como deseaba lamerlos. Habría dado cualquier cosa por poder chupar esos pezones. Sin embargo, me contuve. Enjabone sus tetas y comprobé como ella sentía un placer intimo e intenso.

Nuevamente llene mis manos de jabón y me dirigí a sus piernas. Enjabone primero la derecha. La enjabone de arriba abajo, pase mis dedos por sus ingles, rozando levemente su coño entreabierto, y finalmente me entretuve en sus pies. Pase a la izquierda y realice la misma operaron. Ella estaba excitada, pero mi polla amenazaba con romper las costuras del bóxer.

En ese momento le pedí que se levantara, para acabar de enjabonarla. Cuando lo hizo, deje caer un chorro de gel sobre su espalda. Se estremeció por la temperatura de gel, pero de inmediato comencé a masajear todo su cuerpo con la excusa de extender el jabón.

Mis manos pasaban de su culo a sus tetas, volvían a su pubis y regresaban a su espalda con movimientos rápidos y precisos. Cuando estuvo absolutamente enjabonada, agarre la dacha y comencé a quitarle el jabón con un chorro de agua templada y mi mano derecha. No perdí ocasión de acariciar levemente su clítoris y su vagina, de la misma manera que me detuve minuciosamente en sus pezones.

Para entonces ambos estábamos dispuestos a follarnos cómo animales. Ella esta absolutamente cachonda y yo esta caliente como un perro. Sin embargo el juego debía llegar a su fin. En el fondo necesitábamos invertir tiempo el uno en el otro. Aprovechar aquella ocasión para recorrer nuestros cuerpos y nuestros deseos de una manera profunda y extensa, a la vez.

La ayudé a salir de la bañera, la envolví en una toalla grande e hice que se sentara una banqueta. Entonces comencé a secarla. Empecé por sus piernas. Apoye su pie en mi entrepierna. Note como me presionaba la polla. Era un juego que me excitaba y ella l sabía. Le gustaba notar como mi rabo crecía entre sus pies. Seque toda su pierna, desde la punta de los dedos hasta la ingle. Luego me dedique a la otra.

Cuando finalice le pedí que se levantara, le quite la toalla y pase a secar todo su cuerpo. Fui suave en su pubis y en su coño, y estrujé sus tetas y su culo. Ella tenía los ojos cerrados y la boca entreabierta. Mientras la secaba, acercaba mis labios a los suyos. Notaba su aliento calido, como ella debía de sentir el mío. Sople suavemente en su cuello y su espalda y comprobé como se estremecía al hacerlo.

Cuando estuvo seca, agarre la botella de aceite y comencé a verterlo sobre su piel. Lanzaba chorros generosos y los extendía con mis manos. Después de aplicarle una buena cantidad de aceite, mis manos se movían por su cuerpo untuoso casi sin control. Ella comenzaba a gemir, y yo creí que iba a reventar allí mismo.

Le propuse ir a la cama, para terminar de hidratar su piel. Le dije que seria mas cómodo, y ella dijo que si de inmediato. Antes de salir del baño saque el antifaz negro y se lo puse. Le susurre que era para que se relajara mejor y ella asintió con la cabeza.

La cogí de las manos y la lleve hasta el borde de la cama. Una vez allí la senté y se tumbo. Extendió sus manos sobre el plástico y noto la viscosidad del liquido. Se acomodo en la cama y comenzó a acariciarse las tetas.

Yo me deshice del bóxer y me unte de aceite todo lo que pude, la agarre por las caderas y le di la vuelta. Le aplique un buen chorro de aceite y me tumbe sobre ella. Mis manos comenzaron a acariciar sus tetas, mientras mi cuerpo se restregaba por su espalda. Ella se movía sinuosamente. Nuestros cuerpos se deslizaban sin control, uno contra el otro.

De pronto se dio la vuelta. Su boca buscaba mi boca y no la hice esperar. Nuestras lenguas se enzarzaron en un combate lubrico y delicioso. Lamí la comisura de sus labios, mordí su lengua y sus gemidos se entrelazaban con mis jadeos. Sus manos buscaron mi entrepierna. Al llegar allí, mi rabo se escabullía entre sus dedos. Ella volvía a agarrarlo, lo masajeaba de arriba abajo, masturbándome como no lo habían hecho nunca. Yo abandoné su boca para lamer sus pezones. Agarraba sus tetas con sus manos y mordía levemente sus tetillas. Ella gemía, yo no podía concentrarme en su cuerpo.
En ese momento, mi polla atraco traicioneramente su coño. Ambos nos movimos al unísono. Ella gemía mientras me agarraba el culo. Yo me deleitaba con sus tetas. Cada mordisco en sus pezones arrancaba un grito de placer. Todo se acelero, ella gritaba
- “Sigue cabrón, sigue…..”

Yo le clavaba la polla cada vez con mas fuerza
- “Empuja, hijo de puta, empuja.

Entonces levante la cabeza de sus tetes y le susurre al oído:
- “Te gusta, verdad puta?”
- “Si. Si. Siiiiiiiiiiiiiii………..”

Note como su cuerpo se estremecía. Sus uñas se clavaron en mi culo y todo su cuerpo se tenso en un orgasmo largo e intenso.

No la deje descansar. En cuanto note que se había relajado, baje mi cabeza hasta su coño y metí mi lengua entre sus labios. Mordisquee su clítoris, mientras sus manos trataban en vano de apartarme de aquella deliciosa cueva. Hacia meses que deseaba lamer su clítoris, meter mi lengua en su vagina y escuchar sus gemidos al correrse. No. Ahora no iba a dejar que me apartara de ese delicioso manjar que tanto deseo.

Poco a poco sus manos dejaron de empujar, agarraron mi pelo y escuche como suplicaba:
- “Sigue, cabrón. Sigue”

Aumente el ritmo de mi lengua, mientras mis dedos índice y corazón se abrían paso entre la humedad de su sexo. Poco a poco la frecuencia iba en aumento, como su excitación.
- “Hijo de puta!”.-Me gritaba- “No pares, no pares”

Sus manos buscaron la mía y la llevaron hasta uno de sus pezones. Lo pellizque con fuerza, y en ese momento estallo. Gritaba como una loca. No podía parar. Estuvo corriéndose un buen rato. Cayo exhausta sobre la cama, estiro de mi cabeza y me alzo hasta que nuestras bocas se juntaron.

En ese momento, tras un beso largo y calido, le clave la polla sin previo aviso. Emitió un grito entre gozo y dolor, mientras se dejaba hacer. Se la metí hasta el fondo. Notaba como su cuerpo se sacudía cuando llegaba al fondo. Su coño lleno de flujos y el aceite hacían que mi rabo se desplazara casi sin resistencia. Aumente el ritmo, mientras escuchaba sus gritos:
- “Me vas a matar carbón, me vas a matar.” Gritaba
- “Calla, puta. Calla y folla cabrona”

No resistí mucho tiempo. Mi polla estalló con una corrida caliente y larga, mientras ella volvía a correrse otra vez. Nos abrazamos. Nuestros cuerpos se juntaron con el deseo de no separarse mas. Nos besamos, y lentamente comenzamos a acariciarnos.
- “Gracias.” Le susurre
- “Gracias a ti. Ha sido un placer. Me sonrió
- “Mutuo”
- “Te llamaré cuando necesite un baño” y me beso.