lunes, 13 de octubre de 2008

Puente

Por razones que no me son imputables, he pasado el fin de semana en Andalucía. Concretamente en la ciudad donde vive y trabaja el novio de mi ex.

Dada su ocupación profesional y el sentido de mi visita, coincidimos en un acto. Fue fugaz, y no hizo falta que nos saludáramos personalmente, ni tan siquiera creo que supiera que yo estaba allí.

Mi ex si lo sabía. Cuando se percato de mi presencia se le descompuso el gesto. La verdad es que no quedaba claro si quería morirse, si deseaba matarme o ambas cosas a la vez.

Cuando el miércoles le advertí de nuestra posible coincidencia allí, me “sugirió” que no lo hiciera. Cuando comprendió que su intento era vano, me amenazo sutilmente. Como se dio cuenta de que ni con esas me iba a disuadir, simplemente manifestó su desprecio y trató de ofenderme. Eso si, con la discreción y la moderación que le caracteriza: “tu veras lo que haces........” seguido de una retahíla de reproches punzantes y afilados.

Me dio igual. Asistí al acto y pude ver personalmente a su novio. Y me jodio.

El tipo no es nada del otro mundo. Una mezcla entre Clind Eastwood y Fofo –según descripción que no es mía-. Cercano a los 60, enjuto, surcado de arrugas y con aspecto un tanto ajado. A no ser que sea una especie de Nacho Vidal, no destacaba precisamente por sus grandes atractivos físicos. Supongo que debe tener otras virtudes, de las que sin duda yo carezco.

Quizá por esa razón me sentí jodido. Supongo que lo debí hace bastante mal para que me dejara marchandose con aquel tipo. Aun no se en que fallé –a parte de no dejar a mi mujer y a mi hijo por ella, claro-, no se que hice tan mal, ni cuanto le pude joder, pero el hecho es que me hizo sentirme mal, un poco miserable.

Después de ese revelador encuentro y con sus reproches resonando en mis tímpanos, no me quedo otro remedio que irme de tapas con mi familia y mis amigos. Me sumergí aquel ambiente de desenfado, peleándome con los niños y discutiendo sobre restaurantes, dejando que, poco a poco, el cariño y la cotidianeidad me arroparan.

Aunque ellos no lleguen a saberlo, su afecto es el único bálsamo que desinfecta el odio mis heridas y cura mis dolores.

PD. No tengo msn, pero dispongo de una estupenda dirección de correo electrónico para su uso. Así que nada de sustos. Soy un tipo temerario e intrépido. Estoy esperando. ¿Quién tiene miedo?