viernes, 7 de marzo de 2008

MALA PATA


Yo soy lo que mi madre suele llamar un culo inquieto. Desde pequeño he sido de los que se ofrecían para ir a hacer los recados. Nunca me costo ir al mercado con mi madre o acompañarla cuando tenia que ir de compras.

Cuando empecé a trabajar en este negocio, hace ya así 22 años, me “confinaron” en una oficina, sin poder salir de aquellas cuatro paredes nada mas que para almorzar. Por eso, cuando había que ir a llevar el correo, yo me ofrecía voluntario, lo mismo que si teníamos que ir a Hacienda o al Ayuntamiento. Yo siempre estaba dispuesto.

Luego pedí el traslado a un departamento que trabajaba por toda la provincia. Solo tenia que pasar un día o dos en la oficina, mientras que el resto del tiempo lo pasaba viajando y visitando algunos clientes y proveedores.

Finalmente, después de una larga trayectoria profesional, llegue al lugar que ocupo ahora. Y tengo que reconocer que me encanta. Voy a cursos, jornadas y congresos. Organizo y participo en eventos, tengo contacto con mucha gente y sobre todo puedo escaparme de la oficina sin dar muchas explicaciones. Quizá por eso me gusta volver a la oficina por la tarde, cuando no hay nadie y refugiarme en aquella soledad de diseño.

Pues bien, en el ejercicio de mi profesión, el miércoles me fui a participar en un congreso sobre marketing de ciudades (Citymarketing, para los más modernitos). Estuvo bien, asistí a conferencias muy interesantes, conocí a personas realmente fantásticas (en lo profesional y en lo personal) comí y cene en sitios estupendos y además tuve ocasión de disfrutar de alguna compañía muy agradable.

Encontré un hotel justo al lado del palacio de congresos que me facilitaba la posibilidad de alguna “escapada furtiva” Todo iba bien, a pesar de los problemas en la oficina -mi jefe de personal me esta machacando, en plan buen rollo, eso si-, y prometía ir mejor.

Fue entonces, cuando en cumplimiento de la maldición china –“Cada minuto de alegría, prepara un año de lágrimas”- todo se fue a la mierda. Salíamos de almorzar de un restaurante muy bonito –El arenal, en Elche- nos paramos a contemplar la monumental Basílica de Santa Maria, al bajar unos escalones, di un mal paso y ZAS…..

Parafraseando a Juan Luis Guerra, “caí redondo, como una guanábana, sobre la alcantarilla”. Senti un dolor punzante e intenso. Note como algo se habia roto en mi. Me recompuse y trate de adoptar un cierto aire de dignidad. No sirvio de nada. Cuando apoye el pie izquierdo senti un dolor terrible y casi pierdo el equilibrio. Mi compañera de almuerzo me cogio, me dijo que me apoyara en ella y tras unos minutos de descanso en una terraza cercana, mientras tomabamos un gin& tonic, me dirigi a mi coche, camino de un servicio medico de urgencias.

El diagnostico fue fulminante: esguince de grado dos. El traamiento: tobillo inmoilizado, diez dias de baja y reposo absoluto hasta el lunes. Me volvi a casa con el rabo entre las pirenas (sic) y con la perspectiva mas horrible del mundo: pasar en casa tres o cuatro dias seguidos sin poderme mover. Y aqui estoy.

Tenia planificado un fin de semana magnifico. El sabado hay partido basquet de mi hijo y por la tarde habia pensado tomar un Vodka&tonic en casa de una amiga, aprovechando el cumpleaños de un amigo del niño. Por la noche tengo cena con unos amigos que ya cumplen 50 años.

Como el domingo tengo, practicamente, “el dia libre” por motivos electorales, habia pensado invitar a mi amiga (la innombrable) a un campari en el “Noray” y finalmente cenaria en casa de JC, siguendo los resultados electorales en torno a una buena mesa y mejores vinos.

Pues al carajo. Todo al carajo. Pasare el sabado encerrado (quiza pueda ira a la cena de mis amigos) y el domingo tambien. Solo podre ver la television, leer un rato y de vez en cuando asomarme a esta ventana que es internet.

Espero que alguen se apiade de mi y venga a verme. Ya os contare.