sábado, 29 de septiembre de 2007

Al azar.

Ayer no tuve ocasión de escribir. Lo intenté, pero no hubo suerte. Me senté en el sofá, me serví un vodka frio y comencé un intenso y delicioso intercambio de sms con C. Cuando me serví el segundo Vodka se interrumpió nuestra comunicación y no tardé ni un segundo en dormirme sentado en el sofá.

C. se ha marchado a su ciudad. Hace más de tres semanas que no ve a su familia y ya tocaba. Por la tarde, antes de marcharse, estuvimos tomando un café y charlando un rato. Yo estuve borde, muy borde, por causa de un regalo que le habían hecho. Se trataba de una bufanda de punto rustico que “alguien” le había comprado en una conocida tienda de Madrid.

Yo de inmediato supuse que era cosa de su novio y me cebe con la bufanda. Que si “que fea”, que si “con el calor que hace”, que “a quien se le ocurriría algo así”, etc.… Pese a que ella dejo claro que no era cosa de su novio, yo segui jodiendo con saña.

Al final resultó que el regalo era de una pareja de amigos a los que yo aprecio muy sinceramente, y todas mis consideraciones –tendenciosas y malintencionadas- se volvieron contra mi. Tuve que disculparme y casi arrastrarme: me había portado como un carbón y me lo merecía.

Como C marchaba a su ciudad le sugerí que si iba de compras, no dejara de comprar una chaqueta de Armani que habíamos estado viendo juntos en agosto, cuando fuimos juntos de viaje allí.

Era una chaqueta espectacular, en un tejido de estilo otomán en horizontal de color blanco y negro. Se la probó y le quedaba preciosa, estaba hecha para ella. Como todas las chaquetas de Armani, era perfecta. Su hechura era pura arquitectura, no le sobraba ni le faltaba nada. Los hombros perfectos, las solapas adecuadas, el talle ajustado. Era soberbia y sobre ella era simplemente HERMOSA.

Si embargo, el precio también era Armani. C se lo pensó mucho, y finalmente dijo: “me la compraría, pero si lo hago no se si podré marcharme de vacaciones” Aunque se supone que yo no me entero bien de lo que siente (sobre todo si me lo esconde) lo cierto es que pensé que necesitaba unas vacaciones, (lejos de mi, de su Amo, de su familia…..) Entonces, yo apoyé su propuesta de dejarla. Error. En ese punto, el azar jugo su mano y yo perdí.

El azar, la suerte, ya no tiene prestigio en nuestra sociedad. Antes, cuando la tecnología no lo dominaba todo de una manera omnipresente, cuando las cosas no se podian prever científicamente, se consideraba al azar como un factor a tener en cuenta.

Yo provengo de una familia con origenes agrarios y rurales. Mi abuelo miraba al cielo y esperaba tener suerte (azar) con el clima. Que la sequía no agostara sus tierras, que el pedrisco no arruinara su huerto y que la lluvia no pudriera su cosecha de almendra. Quiza por eso, en los medios rurales se jugaba mucho a juegos de azar, con apuestas importantes y resultados trágicos.

Hoy, somos demasiado modernos, demasiado tecnológicos y demasiado cultos -y jodidadmente europeos- como para creer en el azar. El azar ha pasado a ser cosa de pobres, de incultos y de “inmigrantes”. O de una mezcla de los tres grupos.

Sin embargo, yo me pregunto: que habría ocurrido si yo aliento a C para que se comprara aquella maravillosa chaqueta de Armani? Habría renunciado a sus vacaciones? Habría ido a otro sitio menos costoso? Si así hubiera sido no habría conocido a su novio y consecuentemente no habría dado el paso definitivo para separarnos

Hay una película de Edgar Neville, (la vida en un hilo) que fue reeditada en 1991 con el titulo de "Una mujer bajo la lluvia" (con Antonio Banderas, Imanol Arias y Ángela Molina) que narra la presencia del azar en una relación sentimental: una mujer, ante un dilema y en determinadas circunstancias, (por azar, puro azar) toma una decisión, que le lleva a vivir una vida, pero a la vez, plantea la hipótesis de que hubiera decidido tomar la otra decisión, y presenta la vida que hubiera podido vivir.

Los americanos hicieron otra versión sobre el mismo tema, se llamaba “Dos vidas un instante” La protagonizaba Gwineth Paltrow, peor no aportaba mucho a la versión del Conde de Berlanga de Duero (Edgar Neville).

Por eso creo en el Azar, (en la Baraka) , porque la Suerte, es un factor determinante en nuestra vida. Y todo eso a pesar de haber sido educado en una cultura familiar que tenia entre sus frases de cabecera aquella que decía “no hay mejor lotería, que trabajar todos los días". Debe de ser el origen catalán de uno de mis apellidos.