viernes, 2 de noviembre de 2007

Limpia cristales.

Se levanto dispuesta a hacerlo. Era una magnifica y soleada mañana de otoño. Todo animaba a salir y disfrutar del día, pero ella había resuelto que tenían que hacerlo. Desplegó un suculento desayuno, aunque él no tomaba nada mas que café y una tostada. Le gustaba untada de “colorá”, pero aquí no había de eso. Preparó la mesa del comedor y se dispusieron a desayunar.

Su uniforme ya sugería sus intenciones. Se había calzado las mayas azules de algodón y una camiseta panadera de color teja, dos tallas mayor que la suya. Para rematar se había calzado aquellas chanclas de toalla tan horrorosamente horribles que utilizaba durante el verano. Su aspecto podía calificarse de todo menos sexy. Es mas, bajaría la libido de cualquiera, incluso de los mas pertinaces.

Mas o menos a la mitad del desayuno se lo soltó: "Tengo limpiar la cristalera del balcón. ¿Podias ayudarme?” No utilizó un tono dulce y embriagador, no hubiera sabido como se usaba, lo hizo con su habitual tono desabrido y directo.

El se sintio atrapado. Estaba en su casa, era su invitado y al parecer le estaba pidiendo ayuda. ¿Cómo negarse? “Por supuesto” contesto el “en un rato lo hacemos entre los dos y nos vamos a dar una vuelta”.

Recogieron los restos del desayuno, sacaron los instrumentos necesarios y comenzaron a limpiar los cristales. Lo que al principio parecía una tarea sencilla, se fue trasformando en un trabajo titánico. El sol de otoño no ayudaba nada, y las permanentes recriminaciones de ella se estaban convirtiendo en un suplicio.

Al poco de comenzar ya estaban sudando. El aspecto de ella comenzaba a tomar un punto salvaje y provocador, como si se tarara de Silvana Mangano en “Arroz Amargo”. Estaba harto de tanta limpieza, de sus órdenes y de su meticulosa manera de entender el mundo. Mientras pensaba eso, veia como su pecho -el de ella- se mecía al ritmo enérgico que imponía su brazo limpiadnos los cristales. Cuanto más cortos y más enérgicos eran los movimientos circulares, mas rápido era el movimiento de sus pechos.

No pudo soportarlo mas, y al levantarse ambos la cogió por la cintura, la acerco hacia el y la besó. “estate quieto” dijo ella, pero él no se dio por aludido. Volvió al ataque y la besó de nuevo. Su boca –la de ella- se abrió lo justo, como para dejarle entrever el paraíso.

Intento soltarse –sin demasiado interés- pero el la asió con fuerza. No opuso mas resistencia, si acaso la justa como para no parece una chica fácil. El la siguo besando. Lo hizo con fuerza, casi con rabia, como quien se quita un peso de encima. Dejando en cada embate el deseo contenido de tantos besos que le debía.

Sus manos fueron recorriendo su cuerpo sobre la ropa hasta llegar al punto donde aquel horrible uniforme se podía abrir. Le arranco la camiseta. La tiro tras de si, con el secreto deseo de no volverla a ver. Descubrió sus pechos desnudos y sintió la punzada de deseo y de pasión que le causaban sus pezones. Nunca, a lo largo de sus muchos años había encontrado unos pezones así.

Eran grandes. Puntiagudos, duros, enhiestos, deliciosos de chupar, fáciles de tocar y bellos. Sobre todo bellos. Eran, sin duda los pezones mas bellos del mundo, o al menos los pezones mas bellos del mundo, de entre todos los que el había tenido la oportunidad de ver y –sobre todo- chupar.

Se lanzo sobre ellos con un deseo feroz. Dejo su boca prendida en ellos. Los lamió, los succiono, lo beso y disfruto tanto como la hizo disfrutar aella. Mientras, su mano se desplazo hábilmente hasta su sexo. Se abrió camino entre las mallas y unas pulcras bragas de algodón, completamente alejadas de sus habituales tangas.

La escuchó gemir y noto como sus manos asían fuertemente su pene. No podía apartar su boca de la de ella. Sus lenguas se batían en un combate mortal que no pararía hasta que el otro se diera por vencido. Sus manos desnudaban torpemente el cuerpo del otro, a la vez que frotaban sus sexos desesperadamente.

De repente ella lo aparto; “no, aquí no, nos están viendo todos” el recuperó la compostura y comprobó que estaban semidesnudos en medio de un balcón acristalado a las 10 de la mañana, y le pareció razonable la queja. “vamos a la habitación” dijo ella, mientras terminaba de quitarse las mayas y aquellas lamentables bragas de algodón. El no pudo más que seguirla, absolutamente empalmado y deseoso de su cuerpo.

Cuando llegaron a la aviación, con la cama aun deshecha y con los restos de una noche de sexo a la vista, ella se tumbó. El la observó un instante. Seguía morena, aún se notaban, tímidamente las marcas del bikini. La recordó en la playa, haciendo topless y siendo el objeto de todos los comentarios. Se lanzo sobre ella y de nuevo la beso. Fue un beso largo, húmedo y ardiente.

Su polla comenzó a crecer nuevamente. No había nada que le excitara mas que la calida humedad de un beso apasionado. Abandono el calor de su boca y se lanzo sobre sus erguidos pezones. Nuevamente comenzó a lamerlos. Ella gemía. Los atrapo entre la parte inferior de la lengua y los dientes. Los succionó y los chupó. Ella empezó a gritar.

Abandono sus pezones y con un movimiento rápido situó su cara entras las piernas de ella. Trato de impedirlo con movimientos torpes y forzados. El estaba deseando comerle el coño y ella no podía esperar más.

Su lengua – la de el- se abrió camino entre sus labios –los de su coño- hasta alcanzar su clítoris. Lo rozo con la punta de su lengua, lo acarizio. Lamió sus labios, le aplico pequeños y leves mordiscos e introdujo su lengua en la vagina, alternando estas acometidas con las que le proporcionaban sus dedos índice y anular de la mano derecha.

Mientras tanto, con su otra mano pellizcaba y acariciaba sus pezones. Ella gritaba, cada vez mas fuerte, sin media, sin consideración a sus vecinos, con el secreto deseo de que todos supieran que la estaban follando y que la estaban follando bien.

Se corrio en medio de uno de aquellos aullidos. Debió de asustar al resto de la Comunidad de Propietarios, pero disfruto como una perra. Fue entonces cuando el trepo hasta su cara, y mientras le plantaba un beso profundo y acuoso, noto como le clavaba la polla hasta el fondo de su sexo.

Ella dio un respingo, pero enseguida comenzó a disfrutar de aquel leño encendido. Comenzó a gritar de nuevo, esta vez era su vagina la que disfrutaba de los favores de su hombre.

Los movimientos comenzaron a ser más rápidos y rítmicos. Ella, absolutamente excitada comenzaba a decirle: “lléname de leche cabrón, jódeme hijo de puta, lléname…..” El apenas podía articular algunas palabras sueltas “Zorra” le decía “ Puta, Te voy a llenar, cabrona…..”

Entre tanta procacidad y con la celeridad de movimiento, el se corrió. Fue una corrida abundante, que la inundó. Al notar como aquella ardiente explosión la inundaba, ella volvió a correrse. Sus gritos y gemidos se entrelazaron, hasta que el cayo sobre ella y se volteo hasta tumbarse sobre la cama.

Quedaron en silencio tendidos en la cama. Ella se abrazo a él, y se acurrucó a su lado. Transcurridos unos instantes él se levanto.

Se puso de pie frente a la ventana y le dijo: “Tenias razón, debíamos haber limpiado antes esa cristalera” Ella, desde la cama le contesto; “Ya nunca podré volver a limpiarla sin ti”

El, sin mirarla, pero con una tristeza infinita le dijo: "encontrarás a otro que te ayude”. Entonces sintió la humedad de una gota estrellándose contra su pecho desnudo, mientras otra lágrima se deslizaba a través de su mejilla. “Encontraras a otro” insistió.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Así cualquiera limpia cristales. jejejejeje.
Bonito relato y muy bien escrito. Me metí tanto en el papel que acabe viendo mis cristales muy sucios. jajajajaja

guadalmedina dijo...

nunca cruzas al sur del Turia?

Anónimo dijo...

jijijijijiji. Como sabes que soy del Norte del Turia????????.