domingo, 4 de noviembre de 2007

Tenia que pasar

Llevaba varios días con dolor de espalda. Tenia un brote de mi endémica, enfermedad intestinal y la inflamación estaba machacándome las lumbares.

Debía de tener cara de amargado, porque durante el almuerzo todos me preguntaron como estaba. Cuando les describí mi estado y les conté que no podía recurrir a los antinflamatorios, una de mis compañeras me mesa me propuso que me diera masajes, que a ella le iba bien.

Fue entonces cuando M se adelanto y se publicitó:

-“Si necesitas un masaje, puedes contar conmigo” me ofertó M
-“Perdón?” pegunté
-“Si hombre, si. No es que quiera ligar, es que tiene un gabinete de fisioterapia.” Tercio una de nuestras compañeras de mesa
-“Ah. Claro, algo había escuchado al respecto.” Respondí yo, un tanto azorado.
-“Pues si quieres te vienes y te arreglo ese dolor de espalda.” Sentenció M

Cuando escuche sus palabras me retraje un poco. No podía imaginarme desnudo y tendido en una camilla a disposición de M, la persona con la que contaba para ayudarme en mi departamento. Tengo que confesar que mientras hacia este razonamiento, la idea de abandonarme desnudo a las manos de M, me resulto excitante y morbosa.

Con un cierto aire de distancia, le conteste que si, que a lo mejor me iba a ir bien.

-“Pues te espero mañana a las cinco en mi gabinete.

No puede negarme. Sonreí y le dije: “perfecto, allí estaré.” Confieso que me puse nervioso, muy nervioso. Pero al fin y al cabo a mi lo que me dolía era la espalda, y lo que necesitaba era de alguien que me quitara el dolor.

Con esos antecedentes me dirigí a su gabinete al día siguiente. No nos habíamos visto a lo largo de la mañana en la oficina, lo que me hizo pensar en no ir. Sin embargo, a la hora prevista, yo estaba pulsando el timbre de su gabinete.

Me abrió la puerta, me saludo, con un par de besos y me paso a la sala de espera.

-“Disculpa un segundo, voy a cambiarme y te paso al gabinete.”

La sala era luminosa y estaba bien decorada. Muebles coloniales, sillones contemporáneos, estores de lamas de madera y unos tonos anaranjados muy acertados en las tapicerías. Me senté, tome una revista de esas de salud natural y me dispuse a esperar.

A los pocos minutos, apareció ella. Vestía unas mayas de algodón muy ceñidas y una camiseta a juego bastante escotada. Se cubría con una especie de kaftan naranja transparente de gasa o de hilo y calzaba unas sandalias. Como esta rellenita, todas las curvas de su cuerpo quedaban absolutamente marcadas. Tenia un aspecto sexy y un tanto provocador.

Me sorprendió mirándola y me ruborice. No hizo ningún comentario, únicamente me invito a pasar. “vamos?” me dijo. Su gabinete era una sala bastante amplia, disponia una estantería en la que tenia todo tipo de aceites y ungüentos, un sillón, una percha y una camilla bastante mas grande de lo habitual y de aspecto rotundo y sólido.

La luz era tenue, había olor a incienso –o algo parecido- y sonaba una musica muy suave de origen orienta.

-“Desnudate y túmbate. Toma, usa esta toalla para taparte


Segui sus instrucciones. Me desnudé, deje mi ropa pulcramente colgada en la percha, deje mi móvil y mis gafas sobre la silla, me tumbe –boca abajo- y me tire la gruesa toalla marrón por encima del culo.

Ella llego enseguida. Me retiró la toalla y la volvió a colocar bien. Deslizó su mano por mis piernas y luego por mi espalda y dijo:

-“Mira, vamos ha empezar con un masaje a tus piernas, después nos centraremos en la zona lumbar, para pasar a la parte alta de la espalda, brazos y cuello. Luego te darás la vuelta, volveremos a trabajar pies y piernas, y nos centraremos en la zona pélvica, donde aplicaremos un masaje estimulante para reactivar el funcionamiento del paquete intestinal. Finalmente trabajaremos un poco el masaje sacrocraneal. ¿Te parece bien?

-Estupendo –dije yo sin saber de lo que me hablaba-

Pues vamos a empezar. Se frotó fuertemente las manos, se las untó de aceite, y comenzó a masajearme las piernas. Comenzó por los pies y me hizo cosquillas, lo que me puso muy tenso.

Después se centró en mis gemelos y me resultó doloroso. Seguidamente paso a la cara posterior de mis muslos, alcanzando mis nalgas. Al finalizar se puso a masajear la pierna completa. Movía sus manos con energía y rapidez, desde el gemelo hasta el glúteo. Subía por la cara exterior y bajaba por la interior. Al llegar al glúteo, por el exterior, lo recorría hasta llegar al la raja de mi culo, y desde allí bajaba por la cara interior de la pierna. Los movimientos eran enérgicos, pero al llegar a ese punto, se frenaban, y la punta de sus dedos comenzó a rozar –levemente- mi escroto.

Al notar el roce de forma repetida, abrí un poco más mis piernas, y su mano tocó de lleno mis huevos. Me estaba empalmando. Ella no se cortó y siguió como si nada pasara. Yo fui más allá y alcé levemente el culo, de forma que mis huevos y mi polla –ya medio dura- quedaban al alcance de su mano.

Los tocó. Una vez, dos, tres. Y entonces de una forma muy natural, me palmeo el culo y dijo:

-“pone bien que así no estas cómodo.”

Me dejó cortado y supuse que una vez mas, mi imaginación me había jugado una mala pasada.

Continuo masajeándome la zona lumbar, primero de un lado y luego del otro. De pronto, vi como se quitaba el kaftan, lo dejaba sobre la silla y con un movimiento sorprendentemente ágil, se sentó a horcajadas sobre mi culo.

-“es que así puedo trabajar mejor esta zona.” Me dijo

Desde esa posición comenzó a masajear mi espalda de bajo a arriba, con mucha fuerza. Conforme sus manos llegaban a mis hombros, notaba como se tumbaba sobre mí, y como sus pechos se aplastaban contra mi espalda. Sentía el calor de su cuerpo y su respiración que era cada vez más agitada. Fruto del esfuerzo –pensé yo-. Pero de pronto note que en cada uno de sus movimientos, comenzaba a frotar su pelvis contra mi culo. La muy cabrona se estaba restregando. La idea me puso a mil.

Volvió al suelo y siguió con el masaje. Durante todo el tiempo notaba como su cuerpo se rozaba con el mío. Comencé a notar como su camiseta y su malla estaban húmedas por el sudor. Yo por mi parte dejaba caer mis manos de forma “distraída” de suerte que rozaban sus muslos. Hacia calor, y aquello comenzaba a subir de tono.

Fue entonces cuando me pidió que me diera la vuelta. Me puso dos gotas de aceite en el cuello y me dijo:

- tranquilo es aceite de ylan-ylang, te ira bien.

Comenzó de nuevo a masajearme los pies y las piernas. Primero lentamente, y después volvió a el movimiento rítmico y enérgico que la llevaba desde los gemelos hasta las ingles.

Yo ya no podía mas, a la tercera acometida, tenia la polla dura como un tronco y amenazaba con correrme allí mismo. Por eso, cuando lo repitió por cuarta vez, no pude menos que cogerle las manos, incorporarme y decirle:

-“Para. No puedo más.”

Entonces le vi la cara. Estaba al menos tan excitada como yo. Sudaba y estaba medio despeinada. Su boca entreabierta y sus ojos ardientes estaban pidiendo sexo. Sexo sin compasión.

Solté sus manos, le cocí la cara y la acerque a la mía. Nuestras bocas chocaron como dos trenes a la máxima velocidad. Abiertas, deseosas, hambrientas de placer y de energía. No nos besábamos, casi nos comíamos. La urgencia no nos permitía deleitarnos en el placer de besar, de sentir.

Baje de la camilla, desnudo y completamente empalmado. La agarre por la cintura con mi brazo izquierdo y la apoye contra la cama. Sus manos bajaron hasta mi cintura, y mientras su mano izquierda me clavaba las uñas en el culo, su mano derecha asía mi rabo con fuerza y con deseo. Empezó a manipularlo con la intención de masturbarme.

Mientras, yo trataba de deshacerme de sus mallas. No llevaba bragas, y tenia el coño completamente empapado. Su pubis estaba primorosamente afeitado. Solo una pequeña porción de pelo subía como una columna recta y escueta desee el vértice de su sexo hasta la mitad de la pelvis.

Mis dedos, torpemente alcanzaron su clítoris. Lo friccioné con movimientos circulares en el sentido de las agujas del reloj. “suave, suave” me pidió. Con su mano refreno la brusquedad de mis movimientos y suavemente bajo mis dedos hasta la entrada de su vagina. Estaba completamente excitada, su vagina estaba lubricada y húmeda. Comencé a introducir los dedos y a moverlos acompasadamente de derecha a izquierda. Ella se puso a gemir. Primero con gemidos leves, casi infantiles, prácticamente inaudibles.

Entonces fui sacando los dedos de la vagina y alcance nuevamente su clítoris, recorrí la zona con suavidad y con detalle. Entonces lo encontré. Justo arriba del clítoris, en un pequeño abultamiento. Fue mágico, casi automático. Comencé a rozarlo, cada vez con más fuerza, casi a amasarlo con mis dedos.

Ella ya no gemía, gritaba y lo hacia cada vez con mas fuerza. Se agitaba. El ritmo de su respiración y de sus voces aumentaba, comenzó a bramar, como si lanzara una ultima expiración, mientras su vagina se inundaba de flujos calidos y viscosos. Estuvo así durante un rato. Tuvo que apoyarse con ambas manos en la camilla, porque las piernas le fallaron.

-“joder, que corrida” es lo único que acertó a decir.

La tumbe en la camilla, me monte encima, le abrí las piernas y le levante el culo. Aproveche una de las almohadas que tenia en el sillón, se la puse bajo del culo y me dispuse a follarla. Le meti la polla de un solo empujón. Ella protesto, pero poco. Y comencé a moverme. Su coño estaba absolutamente lubricado y caliente. Mi rabo entraba y salía con una facilidad pasmosa. Cada vez que le metía la polla, notaba un calor ardiente y salvaje que me llegaba hasta la medula. Mi glande estaba a punto de estallar. Sudábamos, y las gotas de mi sudor caían en su cara, mezclándose con la saliva de nuestros besos.

-“que caliente estas golfa.”
-“empuja, cabrón, empuja. Me gusta cuando me la metes hasta el fondo.”

Nunca habría podido imaginarnos con ese leguaje. Nosotros, tan correctos, tan puntillosos, tan cuidados, nos estábamos provocando con una procacidad y una desvergüenza que me ponían a mil.

Cuando ya no podía mas, grite. Entonces ella comenzó a decirme:

-“llename, lléname, lléname cabrón”

Mi polla estallo con una corrida más que abundante, ella sintió el calor de la explosión y el chorro de leche caliente le lleno la vagina, entonces, ella también se corrió. Era como si se estuviera orinando. Comenzó a rebosar un chorro caliente y fluido que nos manchó a los dos, y lleno todas las toallas de la camilla. Suspiraba, gemía, gritaba, gozaba.

Yo caí rendido sobre ella. Los dos dudábamos, Ella medio desnuda, con la ropa mojada, despeinados y sudando. Pero con el glorioso aspecto de quienes han alcanzado lo más alto del placer.

Me incorpore un poco busque su boca y la bese. Fue un beso suave y cariñoso, un beso profundo y tranquilo. Me separe unos centímetros de su cara y le dije:

-“Alguien me advirtió que esto acabaría por pasar”

- “Pues me ha costado mucho. No ha sido tan fácil como me dijeron a mi”

Nos miramos y nos reímos. Nos reímos mucho. Hacia tiempo que no me reía con alguien en la cama.

Mi espalda no ha mejorado, seguimos igual, pero tengo que reconocer que durante los siguientes días no me dolió. La verdad es que un buen polvo, como un buen masaje no curan nuestros males, pero los alivian, al menos un rato. Y sobre todo, te dan mucho gusto.

4 comentarios:

guadalmedina dijo...

Espero que te guste, y avisame cuando cruces el turia y vengas al sur....

Anónimo dijo...

Guauuuuuuuuuuuuuuu a mí estos relatos eroticos me encantan. Quiero decidirme a escribir uno pero no me saleeeeeeeee. Que rabiaaaaaaaaa.
Me gusta como lo haces.
Pero como lo sabes? Lo del turia jodio.

guadalmedina dijo...

No querras que descubra en publico mis secretos. Ningun ilusionista lo haria. Te lo contare al odio cuando tu quieras..........

La clave para escribir relatos eroticos, es haberlos vivio..... Aunque solo sea en las pelis de nacho vidal (soy vanidoso, pero tengo mis limites..)

Garry Jones dijo...

Nunca pensé que volvería a curarme de mi herpes, he estado teniendo herpes desde el año pasado en julio, hasta que un día realicé una investigación en Internet donde vi a alguien dar testimonio sobre cómo el Dr. Ogala lo ayudó a curar su herpes con su medicina natural a base de hierbas, me sorprendió mucho cuando vi el testimonio, y también tengo que ponerme en contacto con el médico herbolario (Dr. Ogala) en su correo electrónico, que la señora recomendó a cualquier persona que también pudiera necesitar ayuda. Estoy muy agradecido con este hombre porque me ha devuelto la salud y me ha vuelto una persona feliz. Cualquier persona que pueda estar enfrentando el mismo problema debe comunicarse con el Dr. Ogala por correo electrónico: ogalasolutiontemple@gmail.com o WhatsApp +2348052394128