lunes, 15 de octubre de 2007

De vuelta a casa.

C ha vuelto. Hemos estado hablando durante su trayecto y me he sentido muy bien. Saber que esta aquí, que vuelve a casa, es una sensación tranquilizadora. Ella me recuerda al mar y me produce la misma sensación de calma y de bienestar.

Yo he nacido y he vivido siempre junto al mar. El mar, -el mediterráneo, para mi- es una parte sustancial de mi vida. Junto a ese mar he descubierto y he compartido muchos sentimientos, el mediterráneo ha sido y es una especie de inmenso álbum de recuerdos que atesora alguno de los más bellos y tristes momentos de mi vida. Cuando quiero llorar, voy junto al mar. Cuando estoy alegre, cuando necesito calmarme o cuando quiero compartir mis más íntimos sentimientos con alguien, busco la complicidad del mar.

Por eso, cuando paso demasiado tiempo fuera de mi ciudad, comienzo a echar de menos el mar. Es cierto que puedo pasar días sin acercarme al puerto o a la playa, pero ser consciente de que el mar esta ahí, me tranquiliza, me da seguridad. Quizá por eso compara a C con el mar.

Durante las conversaciones que tuvimos en su viaje de vuelta, me sentí feliz, muy feliz. Sentí que compartía una emoción que yo he sentido muchas veces. Cuando he salido de viaje, cuando he disfrutado de ciudades nuevas, cuando me he visto sobrecogido por la belleza de una obra de arte o de un paisaje, siempre he pensado: “Ojala y ella estuviera aquí para compartirlo”. Creo que ella ha debido de sentir algo parecido en algún momento de este fin de semana.

Sin embargo, y pese a lo delicioso de la conversación ha habido un momento en el que me he sentido mal. Ha sido cuando ella, ha tratado de rebajar la tensión de mis sentimientos diciendo algo así como que no me hiciera lios mentales con mis sentimientos. Se que lo dijo con buena intención, para aflojar un poco y templar el tono de la conversación.

Yo sin embargo me sentí muy molesto, como si se riera de mis sentimientos, como si no valorara lo que sufro o lo que me emociona. Nada más lejos de la realidad. Después de haberme enfadado y tras hablar con ella me he dado cuenta que en parte tiene razón. Amar a alguien, es obsesionarse un poco, es hacerse un poco neurótico, es –sin duda- sufrir y sentirse un tanto deprimido.

Supongo que en mi esfuerzo personal y en mi voluntad esta superar esa situación, sin que ello suponga dejar de amar a C. En este sentido, el comentario de Mar resulta –como siempre- muy acertado: Quizá este proceso de separación –o toda nuestra relación- ha estado mal enfocada. No lo se. Ojala y encontremos la formula que nos permita ser felices a los dos, juntos o al menos simultáneamente.

No hay comentarios: