martes, 6 de mayo de 2008

Ignorancia.


La gente enseña para disimular su ignorancia,
lo mismo que sonríe para ocultar sus lágrimas.
Norbert Wiener

Son muchas las ocasiones en las que me he quejado de no entender a las mujeres. Sin duda, serán muchas más a largo de mi vida, sólo que en algunos casos, mi queja va acompañada de un tono de desesperada amargura, como hoy.

Lo malo no es que no las entienda, ni que la perspectiva, en torno a la posibilidad de mejorar este escaso nivel de entendimiento, no se vislumbre más halagüeña. Lo peor, son las circunstancias –siempre agravantes- en las que tomo conciencia de ello.

Ya andaba yo suficientemente jodido por mi solo, cuando en busca de apoyos me doy una hostia de buen tamaño –con una chica, claro esta-. Pero no contento con esto, esta mañana me encuentro despeñándome -en caída libre- desde una relación lasciva y concupiscente que yo –que soy gilipollas- creía ocasional y meramente carnal.

Solo falta un par de puyazos de mi secretaria, alguna bronca de mi madre y un inevitable tirón de orejas de mi mujer, por algo que he hecho mal –infinidad de cosas-.

Tal es mi estado de confusión mental, que leyendo la Web de Amanda, no tengo claro si lo que quiero encontrar una mujer como ella o si mejor me rapo la cabeza y me encierro en un monasterio del Tibet -a la espera de la llegada del ejercito Chino-.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Estoy bien ahora. Son cosas del pasado. Gracias Guadal.
Yo te diría que empezaras a ser bueno ya. jejejejeje.
Un beso.
Mar