lunes, 5 de mayo de 2008

Malos tiempos para la lírica





Como decía la canción de Golpes Bajos, corren malos tiempos para la lírica.

Cuando uno trabaja en los aledaños del sector publico, se ve abocado a sufrir de manera directa o indirecta los rudos y avatares de la política.

La política, que lejos de las definiciones clásicas y altruistas de Aristóteles, se ha situado mas cerca del concepto creado por Duverger, que la definía como lucha o combate de individuos y grupos para conquistar el poder, un poder que los vencedores usaran en su provecho.

Es como si este jurista y politólogo francés estuviera describiendo la situación de los distintos partidos políticos de la Comunidad Valenciana. A decir verdad, es como si los líderes de los partidos políticos valencianos se rigieran por la definición de Duverger, como principal guía. Y no se trata de una cuestión ideológica, no, en realidad es una combinación de estupidez, insolencia y ambición a partes iguales.

Pues bien, aquellos que de una forma u otra desarrollamos nuestro quehacer profesional cerca de los centros donde se ejerce el poder, nos vemos abocados a sufrir el insensato desprecio que nuestros políticos sienten por la ciudadanía. En realidad, ellos consideran el poder como parte de su patrimonio, y lo ejercen de la misma forma en la que administrarían una explotación ganadera de su propiedad.

Es cierto que en este punto es injusto tratarlos todos con el mismo rasero, y por ello hay que reconocer que existen diferencias ideológicas, por supuesto, pero en general –y esto es terriblemente grave- muchos de nuestros políticos han retrocedido casi tres siglos para encaramarse en las ramas del despotismo ilustrado, para desde alli administrar la vida y hacienda de los ciudadanos.

Como decía D. Antonio Canovas, -con ese jocoso acento malagueño que tanto me desagrada- el poder produce vértigo, pero en nuestro país hay personajes, que se suben a una banqueta de poder y se marean del vértigo.

Pues bien, a mi me ha tocado el de la banqueta. Debemos de ser cerca de 44,5 millones de españoles, y entre todos ellos, me ha tocado trabajar con el que peor lleva el ejercicio del poder de todos. Es difícil encontrar otro más petulante, engreído y soberbio.

Si a ello le sumamos el hecho de que yo no soy un tipo simpático y que tengo una natural tendencia a cagarla, pues ya tenemos hecha la fiesta. Cada encuentro se convierte en encontronazo y cada conversación en discusión. Y puesto que el mundo esta lleno de grandísimos/as hijos/as de la gran puta dispuestos a vender la piel de los demás por un treinta monedas de plata, el corolario es que mi vida laboral se esta convirtiendo en un infierno semejante al de la Divina Comedia, pero con menos poesía.

Lo peor es que no puedo echarle la culpa de todo al tontodelhaba en cuestión. Si tengo que ser sincero, yo tampoco estoy muy fino.

Siento una completa desazón que poco a poco socava mi estado de animo. A ratos me siento totalmente perdido, y solo. Para rematar el jueves tuve la brillante ocurrencia de ir a ver la ultima película de Isabel Croixet –una obra deliciosa- y Salí absolutamente descorazonado.

Supongo que mi ancestral miedo a hacerme mayor –envejecer- me asaltó desde el principio de la película, también me di cuenta de que echo mucho de menos tener a alguien, a un amigo, con quien poder compartir mis dudas, mis dolores, mis sentimientos, mis aventuras. Hubo otras cosas que me tocaron el alma, pero esas las dejo para mi. No podría contarlas sin mirar a los ojos de quien las quisiera escuchar.

Desde esa noche del jueves me siento profundamente triste. Y solo, muy solo.

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