martes, 12 de febrero de 2008

Para vivir


Muchas veces te dije que antes de hacerlo
había que pensarlo muy bien,
Que a esta unión de nosotros
le hacia falta carne y deseo también,

Que no bastaba que me entendieras
y que murieras por mí,
Que no bastaba que en mi fracaso
yo me refugiara en ti,

Y ahora ya ves lo que pasó
al fin nació, al pasar de los años,
el tremendo cansancio que provoco ya en ti,
Y aunque es penoso lo tienes que decir.

Por mi parte esperaba
que un día el tiempo se hiciera cargo del fin,
si así no hubiera sido
yo habría seguido jugando a hacerte feliz,

Y aunque el llanto es amargo piensa en los años
que tienes para vivir,
que mi dolor no es menos y lo peor
es que ya no puedo sentir,

Y ahora tratar de conquistar
con vano afán ese tiempo perdido
que nos deja vencidos sin poder conocer
eso que llaman amor para vivir.
Para vivir...
(
Pablo Milanés 1967)




Hoy hace cuatro años y un día que descubrí una mirada deliciosa entre el millar de ojos que me fiscalizaban. Hoy hace cuatro años y un día que baile uno de los bailes mas felices de mi vida.

Claro que también hace seis meses y un día que todo se fue al carajo. Bueno, todo tampoco. Trato de salvar algunos restos de un naufragio doloroso y triste, que se ha llevado por delante mi autoestima, mi confianza en el ser humano y mi irreprimible capacidad de enamorarme

Escribo estas líneas aderezando las palabras con pequeños sorbos del malta que escondo en el cajón inferior de mi mesa de trabajo y dulcificas por una caja de bombones de Cacao Sampaka que alguien que me quiere mucho, y ha quien no he tratado demasiado bien, me ha regalado.

Lo peor, como dice Milanes, es que ya no puedo sentir. Trato de soslayar las aventuras sexuales/sensuales. No me fío de nadie que se acerca. Me protejo para que no me hieran. Y ando tan rígidamente abrazado a mi mismo que no permito que nadie me acaricie.

Me estoy volviendo áspero, rudo, desabrido y absolutamente desconfiado. He pasada mucho tiempo luchando contra esa brusquedad desapacible con la que se desarrollaba una relación. Pese a todo, he aguantado pacientemente los malos gestos, la desconfianza, el desapego.

He esperado hasta que el gesto duro y receloso se ha transformado en una sonrisa, en una caricia o en pasión y entrega desbordada. Desde el principio supe que valía la pena. Esperé, comprendí y amé.

Hoy sin embargo soy yo el del gesto hosco, el que no quiere ceder ni un ápice de su intimidad, el que no se fía, el que se niega a dar cariño. Hasta me cuesta practicar el sexo. Hoy me he convertido en lo que menos quiero, y no me gusta. No me gusto nada.

Aun así, hay personas pacientes, amables –que aman y se merecen ser amadas- que se sitúan a mi lado, que aguantan las coces, que esperan pacientemente y que discreta pero firmemente tratan de salvarme de mi mismo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Ufffffffffff eso pasa despues de una relación completa como la que tú vivíste. Cuesta luego volver a sentir lo mismo. La química es la química.