martes, 26 de febrero de 2008

ideologia

Me gusta mi oficina. Tengo una mesa enorme, un sillón cómodo y todo tiene un aire minimalista que me resulta reconfortante y hasta hospitalario. Las sillas son de Eames, los muebles de diseño italiano, tengo una lámpara Tolomeo y un sofá Le Courvasier de piel marrón, muy cómodo. Me gusta estar rodeado de cosas bonitas. Me hace sentirme bien.

También tengo una cafetera de Nespresso, que es una maravilla y suelen haber galletitas en el armario (hasta fresas he encontrado esta mañana en la nevera) Por supuesto, en el cajón inferior derecho de mi mesa siempre hay una botella de Malta, para el stress.

Tecnológicamente mi oficina esta adecuadamente dotada, Dispongo de un magnifico ordenador, dos teléfonos, un fax y una conexión bastante rápida a Internet. Todo lo cual me facilita la comunicación con el mundo.

En realidad no se puede pedir mas, el entorno es lo suficientemente acogedor como para sentirte cómodo y la tecnología te permite llegar muy lejos sin moverme de mi silla.

Cuando las cosas no van del todo bien, cuando me siento jodido, muchas veces vuelvo a mi oficina. Suele ser a horas intempestivas. Entonces me siento solo, en ese espacio vacío, silencioso, con las luces apagadas y disfruto de la soledad y la paz que me proporciona.

Hace un año, tuve una discusión bastante agria y penosa en medio de un evento importante. Debían de haber más de quinientas personas, y tan solo dos a las que yo les importara algo. Nadie se entero de nada, ni de la discusión, ni del motivo y de mi marcha. Salí de allí agobiado y terriblemente triste. Me sentía solo y bastante abandonado, entonces me di cuenta de que en el único sitio donde me sentía protegido, era en mi despacho. Nadie llamó, nadie se preocupo, nadie me busco allí. Entendí ese día que ese era mi refugio.

Sin embargo, la felicidad no puede ser completa. Frente a mi se encuentra el despacho del CEO, del Jefe Máximo, Dios……

La rotación en ese puesto, no es excesiva, pero cada cuatro años, (en ocasiones ocho) suele cambiar el inquilino del despacho grande. En esta ocasión nos ha tocado un impresentable, engreído y sectario que entiende la dirección de la empresa como si de una suerte de cortijo de su propiedad se tratara.

Las opciones son escasas: “o conmigo –sin rechistar, sin pensar- o contra mi –si piensas y opinas-“. El personaje es tan nefasto, que ha generado en mi una corriente de empatía y hasta admiración con su AMO. He llegado a entender que siempre es mejor tratar con el Amo de la finca que con un capataza con ínfulas. Los Amos tienen criterio –no siempre, ni necesariamente acertado- , los capataces solo tienen una fusta y su enorme capacidad para repetir “Si, mi Amo”.

Lo malo de estos servidores miserables y arrastrados es que llegan a ser mas papistas que el Papa y por ello, en aras de defender a su Amo son capaces de maltratar, torturar y machacar a cualquiera que ose poner en cuestión las decisiones del Amo, algo que su Amo no haría, puesto que esta curtido en batallas duras, sabe negociar y practica el principio de Ganar-Ganar en la negociación.

Cuando me quejaba de la presión y de la actitud reaccionaria de este nefasto personaje -el capataz-, alguien me decía “que tendrá que ver la ideología…” Pues si, claro que tiene que ver. La ideología tiene que ver con el “Aquí mando yo” con el “Tu no sabes con quien estas hablando….” Con el “porque yo lo digo….” O no tuvo que ver la petulancia de Mussolini con su ideología fascista? O el desprecio por el adversario Goebels con su ideología nazi? O la crueldad de Stalin con su ideología totalitaria?

Pues claro que tiene que ver la ideología. El respeto por el otro, es una cuestión de ideología. Por cierto que es algo que no ejerce, ni piensa ejercer el ocupante del despacho grande. Mi única esperanza es resistir, aguantar los tres años y medio que me quedan y esperar a que todos mis problemas desaparezcan uno abandonando el despacho grande y otros simplemente marchándose. Mientras tanto tendré que aguantar humillaciones, desplantes, desconsideraciones, burlas ninguneo y de mas muestras de aprecio.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Es un mal general. Hay que aprender a reirse de los tipos esos. Sí, si ya se que es fácil decirlo pero deberíamos ponerlo en práctica.
Tu post anterior me gusta mucho. Como estuve cerca de Diagonal visite la tienda de Marta Canut. Muy chula. Me encanta Barcelona. Algún día te explicare.