Muchas veces te dije que antes de hacerlo
había que pensarlo muy bien,
Que a esta unión de nosotros
le hacia falta carne y deseo también,
Que no bastaba que me entendieras
y que murieras por mí,
Que no bastaba que en mi fracaso
yo me refugiara en ti,
Y ahora ya ves lo que pasó
al fin nació, al pasar de los años,
el tremendo cansancio que provoco ya en ti,
Y aunque es penoso lo tienes que decir.
Por mi parte esperaba
que un día el tiempo se hiciera cargo del fin,
si así no hubiera sido
yo habría seguido jugando a hacerte feliz,
Y aunque el llanto es amargo piensa en los años
que tienes para vivir,
que mi dolor no es menos y lo peor
es que ya no puedo sentir,
Y ahora tratar de conquistar
con vano afán ese tiempo perdido
que nos deja vencidos sin poder conocer
eso que llaman amor para vivir.
Para vivir...
(Pablo Milanés 1967)
Hoy hace cuatro años y un día que descubrí una mirada deliciosa entre el millar de ojos que me fiscalizaban. Hoy hace cuatro años y un día que baile uno de los bailes mas felices de mi vida.
Claro que también hace seis meses y un día que todo se fue al carajo. Bueno, todo tampoco. Trato de salvar algunos restos de un naufragio doloroso y triste, que se ha llevado por delante mi autoestima, mi confianza en el ser humano y mi irreprimible capacidad de enamorarme
Escribo estas líneas aderezando las palabras con pequeños sorbos del malta que escondo en el cajón inferior de mi mesa de trabajo y dulcificas por una caja de bombones de Cacao Sampaka que alguien que me quiere mucho, y ha quien no he tratado demasiado bien, me ha regalado.
Lo peor, como dice Milanes, es que ya no puedo sentir. Trato de soslayar las aventuras sexuales/sensuales. No me fío de nadie que se acerca. Me protejo para que no me hieran. Y ando tan rígidamente abrazado a mi mismo que no permito que nadie me acaricie.
Me estoy volviendo áspero, rudo, desabrido y absolutamente desconfiado. He pasada mucho tiempo luchando contra esa brusquedad desapacible con la que se desarrollaba una relación. Pese a todo, he aguantado pacientemente los malos gestos, la desconfianza, el desapego.
He esperado hasta que el gesto duro y receloso se ha transformado en una sonrisa, en una caricia o en pasión y entrega desbordada. Desde el principio supe que valía la pena. Esperé, comprendí y amé.
Hoy sin embargo soy yo el del gesto hosco, el que no quiere ceder ni un ápice de su intimidad, el que no se fía, el que se niega a dar cariño. Hasta me cuesta practicar el sexo. Hoy me he convertido en lo que menos quiero, y no me gusta. No me gusto nada.
Aun así, hay personas pacientes, amables –que aman y se merecen ser amadas- que se sitúan a mi lado, que aguantan las coces, que esperan pacientemente y que discreta pero firmemente tratan de salvarme de mi mismo.
1 comentario:
Ufffffffffff eso pasa despues de una relación completa como la que tú vivíste. Cuesta luego volver a sentir lo mismo. La química es la química.
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